Vasili Kandinksy tenía un sueño. El poeta de la pintura abstracta, cansado de los ataques que sufría en Alemania, escribió una carta a Hilla Rebay, mano derecha de Solomon Guggenhein, para pedirle ayuda. «¿Podrías asesorarme para organizar una exposición en Nueva York?», preguntaba Kandinsky en 1932, año en que EEUU estaba en plena Gran Depresión.
Hoy, 66 años después y con la primera economía del mundo aún en recesión, Kandinsky vuelve a cumplir su sueño y se cuela por las rampas del Guggenheim de Nueva York. El museo expondrá hasta el 13 de enero una retrospectiva sobre Kandinsky. La muestra, que recopila más de cien lienzos pintados entre 1902 y 1942, coincide con el 50 aniversario del museo.
«Es una mirada profunda al arte de Kandinsky. Verla en un edificio de Frank Lloyd Wright es algo único. Además, su última retrospectiva fue en los 80 y existe una generación de amantes del arte que nunca ha visto una selección tan extensa de su obra», explica Tracey Bashkoff, comisaria de la exposición.
El Guggenheim, ajeno a la recesión, lanza así una de sus exposiciones más ambiciosas para atraer al público en la temporada navideña. El museo tendrá una dura competencia. Las grandes pinacotecas de Nueva York presentarán estas fiestas exposiciones históricas, casi todas restrospectivas. Muchas son estrenos mundiales, como Tim Burton en el MoMa o Robert Frank’s The Americans en el Metropolitan.
Bruce Altshuler, profesor de estudios museísticos de la universidad NYU, señala que «las grandes exposiciones de los museos se preparan con varios años de antelación. El impacto de la recesión no se notará hasta dentro de dos años». No obstante, Altshuler, autor del libro Del salón a la bienal, exhibiciones que hicieron historia, es optimista y cree que el futuro para los museos de Nueva York «no va a ser nada dramático, ahora que la economía mejora».
Las muestras cubren todos los periodos artísticos y disciplinas como pintura, escultura, arquitectura o fotografía. Los amantes de esta última no pueden perderse la exposición de Robert Frank. El fotógrafo repasa la vida de los estadounidenses, recogida en el libro Americans. La muestra, un bellísimo alegato de la fotografía en blanco y negro, descubre cómo eran los habitantes del planeta de Barack Obama hace cincuenta años.
«Frank nunca realizó una exposición sobre Americans, porque quería mirar al presente, no al pasado. Ahora, con 85 años, cambia de opinión», señala Jeff Rosenheim, comisario de la muestra.
Las exposiciones son colectivas (Bauhaus, en el MoMa; De Klimt a Klee, en Neue Galerie; o Historias Americanas, cuadros del día a día, en el Met), o individuales. En este último apartado destaca la exhibición del cineasta Tim Burton, que por primera vez en la historia enseña su actividad en otras disciplinas artísticas, como la pintura, el dibujo o la fotografía.
Tim Burton en el MoMa
Así, un gran globo azul a modo de escultura de la película Mars attack recibe a los visitantes cuando acceden al vestíbulo del MoMa, museo que también exhibe una exposición de Monet, Water Lillies (nenúfares). Su pieza más espectacular es un tríptico que reproduce un estanque japonés y que Monet tardó doce años en terminar. La obra está colgada de una pared curva, tal y como quería Monet. Con esta disposición, el imponente cuadro acompaña en todo momento a la mirada del espectador.
De este modo, el MoMa muda de piel para adaptar sus tabiques a las obras que expone, igual que sucede en la retrospectiva de Bauhaus. Las paredes del museo se han pintado de blanco, naranja, ocre, negro y gris para simular el interior de los edificios diseñados por los maestros de la Bauhaus, Walter Gropius y Adolf Meyer. Cuando se recorre la exposición y se descubren piezas como la silla romántica de Marcel Breuer, la frase más escuchada entre el público es: «Yo quiero esta pieza para mi casa».
Además de estas exposiciones, los museos también permiten contemplar obras individuales que están en préstamo. Así el Met presenta, de modo excepcional, La Lechera, de Vermeer, y el Joven Arquero, obra que el museo atribuye a Miguél Ángel. La escultura esta situada en el patio Vélez Blanco, junto a un busto del rey español Felipe II, obra de Pompeo Leoni, y junto a la biblioteca Whatson, el auténtico corazón investigador del Met.
El arquero es del agrado de Elizabeth Goodman, una estadounidense que se crió en Nueva York y que viene «un par de veces al año» a ver los museos de la Gran Manzana. Este año tiene demasiado donde elegir.
Fueste: Expansión.com
15 nov 2009
NY CREA EL ARTE ANTICRISIS
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