13 dic 2009

EL INCUESTIONABLE POSICIONAMIENTO DE GABRIEL OROZCO




Inventiva, simplicidad, eclecticismo, cotidianidad y personalismo son algunos de los aspectos que definen la amplia y variada obra de Gabriel Orozco (Xalapa, 1962), uno de los pocos artistas latinoamericanos que cuenta desde ahora con retrospectiva en el Museum of Modern Art de Nueva York (MoMA). El primero en la lista, también mexicano, fue Diego Rivera (Guanajuato, 1886 – México, 1957) en 1932, cuando se daba inicio a la conformación –absolutamente histórica e innovadora entonces- de la colección de arte latinoamericano del museo. En 1940 le tocó el turno a Cándido Portinari (São Paulo 1903 – Río de Janeiro, 1962), seguido bastantes años después por otro mexicano, Manuel Álvarez Bravo (Ciudad de México, 1902-2002) y, más recientemente, el gran desconocido del modernismo latinoamericano, Armando Reverón (Caracas, 1889 – 1954). Hace un año el programa Artist’s Choice, que convierte a un artista internacionalmente destacado en comisario de un proyecto expositivo con la colección del museo, tuvo como invitado a Vik Muniz (São Paulo, 1961). Y ahora el gran protagonista pasa a ser otro mexicano, Orozco, con una retrospectiva sobre lo que ha sido su vertiginosa carrera en dos décadas de trabajo continuo e inclasificable donde escultura, instalación, dibujo, pintura y mucha fotografía quedan ilustradas a través de unas 80 piezas.

Hasta marzo de 2010 podrá disfrutarse en Nueva York de la obra de este mexicano, líder indiscutible de la escena internacional del arte contemporáneo desde principios de la década de los noventa hasta hoy, y representado por dos instituciones fundamentales de este ámbito, la Marian Goodman Gallery (París-Nueva York) y la White Cube Gallery (Londres). Las razones que han posicionado a Orozco en la historia y mercado del arte son muchas pero entre ellas la afectación y experimentación que ha alcanzado con los límites de la escultura despuntan. Sin embargo, es tan variada y amplia su obra que el carácter cronológico que suele caracterizar a las retrospectivas queda aquí desplazado, para presentar al público un acercamiento desde las ideas más relevantes que conforman el corpus de esta interesante obra plástica. La invitación a esta lectura ayuda a comprender los métodos que emplea el artista para abordar sus ideas y crear sus trabajos -demostrándose muy bien su importante work in progress-; al tiempo que se ofrece el constante juego simbiótico de su obra, en la que originalidad e intelectualidad van de la mano.

En 1981 Orozco inició sus estudios en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP), perteneciente a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Dos años después de concluir, en 1986, se va a Madrid donde se forma en el Círculo de Bellas Artes volviendo al año siguiente a D.F. Allí, mantuvo cinco años de trabajo productivo con figuras hoy reconocidas del arte mexicano: Abraham Cruzvillegas, Gabriel Kuri, Dr. Lakra (Jerónimo López Ramírez) y Damián Ortega. Tanto los proyectos curatoriales como la actividad académica caracterizan también la trayectoria de Orozco, que entre 1995 y 1996 realizó, además, el conocido DAAD (Berlin Artists in Residence Programme). Estas experiencias, unidas a sus constantes viajes, han estimulado al artista a trabajar con objetos olvidados, encontrados o recolectados de la calle, los cuales siempre han estado atados al discurso conceptual. Este gusto por lo encontrado tiene mucho que ver con otro aspecto reiterado en la obra de Orozco, el tiempo, que en sí mismo, desde sus implicaciones y consecuencias, se relaciona de manera directa con ese acercamiento tan personal hacia la cotidianidad y sobre todo a un asunto constante en la obra de este creador: la muerte.

La valía del azar de lo recogido, su reconstrucción y resemantización, como experimentación directa del ready-made, se ve transformada en Orozco quien va un poco más allá de aquella mirada de Duchamp que cuestionó tanto esa capacidad de representación del arte por su presentación. Si bien el mexicano nos presenta igualmente muchos objetos éstos, en algunas ocasiones, no llegan a sufrir manipulación ninguna de su parte con lo que utiliza los objetos como un medio más del discurso, llegando incluso a no descontextualizarlos. En este marco de ideas también destaca siempre la sencillez de lo encontrado, que en muchas veces, coquetea con el humor y el espíritu poético de la cotidianidad.

Una de las atracciones de la exposición es la presencia de una de las obras monumentales del artista, Mobile Matrix (2006), una inmensa osamenta de ballena que hasta ahora no había salido de su emplazamiento original, la Biblioteca Vasconcelos de Ciudad de México. Es importante decir, precisamente, que gracias a los valiosos préstamos de colecciones públicas y privadas las obras más relevantes del artistas están aquí reunidas, siendo buen ejemplo de esto: My Hands Are My Heart (1991), La DS (1993), Yogurt Caps (1994), Until You Find Another Yellow Schwalbe (1995), Double Tail (2002), Samurai Tree Invariants (2004), Kytes Tree (2005), Working Tables (2000–2005), Fertile Structure (2008), entre muchas otras.

Esta exposición demuestra, una vez más, el valor de las aportaciones de los artistas mexicanos en el contexto del arte internacional y, dada la relevancia de este proyecto, viajará al Kunstmuseum Basel entre primavera y verano del 2010, al Centre Georges Pompidou de París, entre otoño e invierno, y a la londinense Tate Modern a inicios del 2011.

Mónica Núñez Luis / www.viewsofart.com

Tomado de aquí.

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